Después de alimentar el crecimiento de la ausencia
y separar la piel de tus esquejes,
los vástagos
se han hecho rama.
No será tu cuerpo el tronco que sostiene.
Acallado por el golpe azul,
por el insulto que lo encoge,
no será tu amor quien amanse el tiempo.
No será,
en el ocaso,
remanente.
Él,
compañero ante los años,
deambula su tiempo
vacío,
sin objeto.
Tú,
equilibrista de lo mínimo,
balanceas brazos desprendidos
de amamantados brotes.
Llega.
Un atroz silencio lo acompaña.
Basta cualquier prueba de existencia,
para recordarle la nada que os inunda.
Ante los páramos de su sofá,
el dolor azul
se manifiesta.