Pienso en el Big Bang.
He pensado a veces en el Big Bang diciéndome que no me interesaba saber el origen del mundo, que no me interesaba saber si nos habían creado o habíamos surgido, y de dónde surge lo que hace surgir.
Por eso, y divertidamente, mi ordenador se llama Big Bang, mi portátil Big Bang Junior, mi móvil Bang Móvil. Como pequeños mundos contenedores de información.
Ahora pienso en el origen. En el origen de dejar yo ya de creerme las cosas que hago. Del paso alternado de la euforia a la tristeza, de por qué he dejado de cuadricular y controlar.
Me he equivocado.
Y no lo digo para victimizar la situación. Es así.
He pasado unos años dirigiendo esfuerzos a cosas que no son. Y al comenzar a hacer me daba cuenta, pero seguía haciendo para no perder la información (cosas de recogida de datos en investigación, esto es, de grabar a niños en vídeo, y seguir grabando por aprovechar, aunque sabiendo que los datos no me servían en ese momento). El hacer por si acaso, me llevó a agotar la energía hasta puntos que ahora tienen efecto boomerang.
Me he equivocado tantas veces, que no me queda ánimo para completar la parte de lo que hice que no era un error.
Esto lo escribo para organizar la reflexión sobre el empeño consciente de mantener una postura sabiendo que es errónea.
Se puede llamar cabezonería, pero va más allá de un momento de querer llevar la razón. Y es paradójico, porque en general me importa bien poco convencer a los demás de lo que pienso, me da pereza argumentar.
Así, no paro de escribir, y no puedo escribir lo que tengo que escribir.
Y ya está. Sólo quería compartir esta idea de la equivocación consciente que agota.
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