que no es avena,
como la cosa esa fría que se derrite
sobre la piel. Caes como
la cosa esa blanca que resbala
y hay que llevar cadenas para no resbalar
por ella.
Esa cosa blanca tan navideña.
pero que tampoco es la oblea del turrón.
Yo, que vengo de la lluvia que derrite,
que de niño fui llevado por la tarde,
para que la viera, como los salvajes;
yo que la recuerdo como un cuento,
como un sueño, una fecha,
como unas vacaciones a mitad de curso
llenas de regalos de otra época,
como el CineExín, como el Scaléxtric;
vivo ahora en la ciudad en la que cae la cosa esa
cada invierno
pillando aun así desprevenido a todo el mundo.
Porque cae así, como caes tú,
copo más copo, sumando Navidad calladamente
hasta que ya resbala, hasta que ya es tarde
aunque es verano, pero aunque fuera primavera
u otoño, pero aunque fuera invierno
y nadie mirara al cielo interrogándose
-de dónde sale ahora esto-.
Y me estás llenando de infancia la rutina
y de luz de navidad los parpadeos
sin que ya sepa decir cuándo empezaste,
porque llevo ya en Madrid mis tres veranos
y me encanta, pero hasta éste no supe bien por qué.
Ha cuajado. Y me encanta Madrid
porque Nieva.
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