Los dedos largos sufren
el contorno de lo que tocas.
Has tocado el mar lluvioso
en el horizonte de la línea más alta
que aprendí en los viejos mapas de la clase
donde se abrieron los ojos de mi infancia.
Los ojos que te miran cada día
recuperando brillos de luciérnaga diurna.
Has tocado manos más o menos sinceras,
esquivas de lo auténtico
que elige permanecer entre dos pieles temperadas.
Has tocado cuerdas para salvar locura
y entender aquella que escribieron músicos.
Has tocado lana verde,
prolongada la ternura
en las raíces de los árboles que nos enseñan a crecer.
En estos dedos, en estas manos
se asienta el brote de lo que está ocurriendo,
atravesando grietas y calles.
Yo, que sé sus nombres,
pasatiempo de verano,
nos llevaré por laberintos sin lugar.
El lugar es ese hueco de aire que articula el movimiento.
jueves, 21 de julio de 2011
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1 comentario:
me gusta este y el anterior poema...
muy bien escrito.
Abrazo.
Gio.
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