jueves, 21 de abril de 2011

22 suicidios y sopa de sobre

La autoridad demente de lo rápido.
Abrir latas,
tragar sin masticar.
Estamos perdiendo colmillos.
Comerse entre nosotros
no es asunto de la carne.
Digerimos el alma derrotada
de los que van despacio,
el alma derrotada
en un trono aislado.
Estamos mirando cuadros
para decir que hemos estado,
haciendo fotos
para decir que hemos mirado.
La vista en el agujero,
el paisaje desde un balcón a medianoche.
Veintidós mujeres
sincronizan relojes y espíritu,
saltan
a la de tres.
Una vuela,
doce caen,
el resto son tocadas ordenadamente.
Pigmentos de alas frágiles
pintarán casas grises sin ventilar,
empañarán cristales inertes.
Un hombre, en un piso bajo,
mira el mundo pasar en las redes de contactos.
Fuera del teclado,
las bocinas gritan.

sábado, 16 de abril de 2011

Calendario de bomberos

La cena, despertar, preparar, y la cena.
Hoy, después, y la cena.
No preguntes más por el pasado de las moscas,
la urgencia contenida en cinco calendarios.
Mi miércoles lleva el acento,
tardes de cine barato,
ilusión entre las piernas.
Recuérdame escribir en la lista de la compra
que quiero gomas de bolígrafo,
borrar los desencuentros,
las huellas de tus pies al caminarme.
Recuérdame partir sin llorar las cebollas,
plegar los dedos,
acercarlos al cuchillo del miedo a otra vez.
Puedo decir gafas, llámame, bastón y pelo.
Puedo decir que no puedo,
y diré sólo palabras.
Puedo pensar: difícil, silencio, luego,
y seguir sonriendo en mi dureza de piel de caracola.
Sueno como el mar para distraer tormentas creciéndome en los dedos,
huelo como las flores y plantas
que dejo sin regar en la escalera.
Abro las puertas y  te caes.
Mi corazón es una fosa común de huesos y cabos sueltos,
sin religión ni santuario.
Salvar la piel, es la propuesta,
el pulso de la espera,
coronar las noches, lo que pudo ser,  y velatorio.
Convocadas aquí todas las vecinas,
inquilinas que comparten tus horas libres.
Clavadas las peinetas,
los pañuelos llorarán.
Al otro lado, colgarán llamadas.
En un piso cuarto
una de ellas ha escrito una línea
que contiene la llave de las esposas,
la tapa con la manga,
 y duerme encima.

martes, 12 de abril de 2011

Sé costruir

Sólo veo a quien quiero ver.
No voy a llamarte,
darte una ventana a mi quehacer insuficiente.
El eco vuelve a ti,
a los que escupen y abren paraguas de palos rotos
mojados en su grave saliva de manzana.
Lo que tú pides es lo que te falta.
Tu desprecio la tapadera de tu deseo.
Puedo morir hoy
sentada, levantada.
Ya lo he hecho todo, créeme.
Sé construir.
Puedo poner cien,
y uno, y dos, y diez
piedras de número ordinal impronunciable,
hacer casas, hijos, casas,
cifras, porcentajes,
ver caer las torres de los hombres que no crecen.
Ya lo he hecho todo.
Acorto el eco,
desheredada.
Cuento tres,
cruzo este semáforo
o me quedo a contar cebras.
Medir el paso debería estar prohibido,
la enfermedad y su estricta medicina,
la soledad y su estricta medicina.
Estanterías escaparate,
libros de poemas de un sólo hombre que me ha gritado,
manos abiertas, puños, plaza y bosque.
Las noches se despiertan
repletos los cuadernos.
Es urgente aprender a surgir cuando nos tachan,
a ser voz y palabra cuando nos tachan,
a leernos traslúcidos
en el reverso de las hojas,
revoluciones enteras
revolviendo cajones de calcetines,
No negociar con los despertadores,
secuestradores infalibles de mi tiempo,
el tuyo, el suyo, el de la luz y el gallo,
perfume y cresta,
conquista y resultado.
La ratonera del ánimo precedible,
rutina de lata de sardinas
pobladora de ciudades y mentes fáciles
sin oído para otra música.
Sé construir y vivo dentro,
con goteras, grietas y rejillas abiertas.
Quiero ser lo que digo hacer
sin procesión de palmaditas en la espalda.
Tengo pegadas las legañas más espesas
y no voy a quitármelas
porque son la roca de los sueños.
Sé construir,
puedo morirme hoy.
He terminado.

jueves, 7 de abril de 2011

La longitud

La mujer elástica de querer inalcanzable
ha estirado tanto los huesos
que es ahora un cartílago gigante.
De eso son los dientes.
Enormes fábricas humeantes
haciendo tiburones en series numeradas
para contentar a los accionistas, coleccionistas, equilibristas
que sostienen la bola tierra
con un dedo de moneda de veinticinco.
Y la giran como Chaplin.
Nadie ríe.
No hay película.
No hay dinero para pagar a los actores.
Enormes calculadoras humeantes
haciendo operaciones en series numeradas
para contentar a los empresarios, dromedarios de una o dos jorobas.
Que me enseñen a saber la diferencia
entre camellos de casa para dos
de exceso de alimento, agua, sed, y alimento.
Que me enseñen a entender
la proporción del reparto de gusanitos en un juego de niños:
"dos para ti, uno para mí",
quién manda en esto
si no son los de la papeleta,
dónde está sentado
para ir a levantarlo, sacudirlo, devastarlo
en su propio terremoto.
Y que no es Dios, no os confundáis,
es uno de nosotros.

miércoles, 6 de abril de 2011

Que se enamore de mí un poeta, y que no tenga sifilis

Que se enamore de mí un poeta
me escriba sonetos,
me enseñe qué es un soneto
en combinar letras trabalenguas.
Que se enamore de mí un poeta
deslice entre otras manos, notas
preguntando mi nombre,
seguridad social y pasaporte.
Que se enamore de mí un poeta
me invite a cenar palomitas
de cine y mano entre las piernas.
Discutamos de ser o no ser poesía escenica,
que todo en él, en mí sea poesía.
Que no me dé sermones el tal poeta,
me regale un pañuelo pirata o una camiseta
como la suya de marcar cuadrados
de amor, gimnasio y chocolate.
Que se enamore de mí  un poeta
y escriba versos de "yo te odio" a otras mujeres
y a mí de "tú te quedas".
Que se enamore de mí un poeta.
¡Que le he tocado!, ¡que le he tocado!
gritaré por dentro
cuando le pidan salir 500 otras.
Que se enamore de mí un poeta
y cambie las palabras que no le sirven,
porque tú y yo "sí somos algo" [gesto].
Que se enamore de mí una poeta
de esas que dan saltos
y me cante lo que no dice.
Que se enamore de mí un poeta
de esos espectáculo
y se desnude aquí ahora.
Que se enamore de mí un poeta.
Prometo quitarme todas las faldas
de tus cuadros
que no te queden palabras
ni claves.
Que se enamore de mí un poeta,
desconocido, 
que estos mejor de amigos

A los poetas de Diablos Azules.

viernes, 1 de abril de 2011

Esto es un chino (gesto de guiñar ojos con las manos)

Les llamaban chinos porque no les entendían.
Les llamaban chinos porque les parecían todos iguales.
Chinos porque tenían tiendas,
contaban cuentos, mentiras,
y llevaban pantalones,
chinos.
Los hacían allí, como todo.
Pero esta vez eran japoneses.