martes, 11 de octubre de 2011

Cuando era un ángel


El día que yo perdí mi ala,
no sé
si por volar o por quedarme,
por caer desnuda sin sexo ni ventana;
empezó la escucha.

El crujir de puertas en otras casas,
taladros de relojes,
agua de ducha,
gruñido de hombres que duermen solos.
Y gritos.

De familias alineadas para comer
y vecinos que se cruzan.
Aceras limpias,
perros como bálsamo,
orinando en la moqueta de cualquier parque.

Se cierran días
y sigo dando posada a la náusea,
al pensamiento despertador.
Creyendo que mis palabras me pertenecen,
y no son más que combinaciones perdedoras del bingo de otros.
Creyendo que no me acabaría
mientras la boca me pidiera agua,
y el estómago hormigas de tormenta.

El estómago como fondo abisal de extrañas criaturas
donde no alcanza la sombra de barcos. 
Tan perdidos como las horas de mi plural temperamento.

Demasiadas sirenas
nadando en nuestro plato.
Un tenedor tridente
las mata cada noche.

3 comentarios:

Ciudadano Kane dijo...

...la náusea...

Λέ dijo...

Muy sugerente...

José Juan dijo...

Espero escucharte en el siguiente recital. Tienes un bonito blog