lunes, 12 de diciembre de 2011

La fecha de los yogures

Empezó con la muerte de un solo diente,
evitando así que el cuerpo mordiera
y con ello la defensa de la atmósfera.

Después se volvieron grises sus cabellos,
surcaron su rostro caminos escarpados
que se mezclaron sin encontrarse.

Y cada mes moría un hijo de su sangre,
sin nombre, sin rostro.

Os cosieron las cicatrices de caídas infantiles
dejando un intenso dolor de aguja.
Una vida necrosándose sobre vuestras espaldas,
la desaparición que nos enfrenta a diario frente al espejo.

No os miréis.
No escuchéis el cambio de frecuencia de vuestras voces,
la grasa colonizando la cintura,
el bosque propagarse en la nariz
debilitando el paso a los pulmones.

No os miréis.
Que os sorprenda la muerte
creyendo ser un niño. 

3 comentarios:

Soytanidiotaquesoypoeta dijo...

Como no lo dice nadie lo digo yo: este poema es de una poeta con mucha clase

Toño Benavides dijo...

Qué grande ese final. Tremendo impacto emocional en tres versos. Me reconozco en tu poema, pensando así.

Montoya dijo...

Siempre escribes cosas que me calan.