sábado, 12 de marzo de 2011

Tú ya no tienes nido

Estás ahí parado mirando al cielo, al suelo.
Caen judías,
y el juego termina demasiado rápido.
No te queda infancia, por eso la inventas,
repites cantinelas para acunarte
en un ritmo matrimonial monótono.
Tú ya no tienes nido.
El lecho se agota.
No busques un nido de tu talla,
no tienes más madre perfecta
con tetas de lluvia alimentándote.
Despertarás en la raíz de un árbol urbano,
las ramas y el mundo altos para todo,
sin alas ni ser volátil,
decir volátil, hacer volátil.
Anclada tu raíz ovárica a los hombres
en olvidar la tierra.
Yo ya he sido pájaro en otros cielos,
destrocé mis ramas,
se perdieron los palos para orquesta,
las paletas de cocina, los palillos japoneses,
la madera fue lugar pulida y suave
en los pliegues de tu carne.
Eres, quieres ser madera
para enfrentar el tiempo,
el cansancio oculto en los periódicos.
Tenemos las alas vencidas de pensar intentos,
conoces todos los sinónimos
para negarme esta noche tres largas veces
y seguir acometiendo piernas y planes.
Intercambias los pronombres
porque sabes que tú y yo
somos un único objeto enfermizo de espera.
Estoy brotando sin ti en miles de ramas secas.
Con ellas hago un laberinto para que no me encuentres
al final del enredo de lana larga
que es amar a un hombre.

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